Manuel Negrete, al momento de anotar su famoso gol de tijera a Bulgaria, en 1986. Es el único duelo de octavos de final en el que México ha salido victorioso.
A mis casi 30 años, puedo decir con firmeza que me ha tocado
ver la mejor cara de México en Copas del Mundo. Quitando las 2 ocasiones en que
fuimos anfitriones y alcanzamos los cuartos de final (1970 y 1986), las mejores
actuaciones del “Tri” (con el perdón de Alex Lora) se han dado en los últimos 5 mundiales. Eso sí, la ronda de octavos de final pesa sobre mi generación –y más
jóvenes- como si de una maldición se tratara.
Al igual que Scooby y Shaggy, huimos aterrorizados de ese
espectro llamado “ronda de los 16”, una mala pesadilla que cada 4 años regresa
para –cual sanguijuela- chuparnos la energía, el ánimo y la fe.
PERO…
A pesar de la mala eliminatoria, de que llegamos a Brasil
gracias a los norteamericanos (no califiqué, me calificaroooon…), de que 7
personas distintas se sentaron en el banquillo del timonel en menos de 4 años; todo
eso fue borrado en menos de 15 días, gracias a 3 soberbias actuaciones frente a
equipos de los que se esperaba más. Ahora viene el mayor reto en la carrera de
muchos de los 23 futbolistas que nos representan en la máxima justa del orbe,
ganarle a un titán y claro favorito no sólo para avanzar, sino para levantar la
copa.
¿Qué noto de distinto en esta selección? Que han sabido
combinar la experiencia de jugadores con una larga trayectoria, aunado a esa
mentalidad que tantos éxitos nos ha permitido conseguir a nivel juvenil en los
últimos 10 años. Hoy en día no nos pesa la playera rival, no andamos haciendo
cálculos ni dependiendo de terceros para conocer nuestro camino; hoy se ve un
verdadero espíritu guerrero, se pelea ante iguales, si se gana se hará bien; si
se pierde también se reconocerá la superioridad opositora.
¿Se le puede ganar a Holanda? Mi cabeza dice que no, que la
capacidad individual de las estrellas neerlandesas es un factor clave si
hablamos de desequilibrio; pero tampoco estamos ante un cuadro invencible: la
juventud de la mayoría de los jugadores titulares en defensa y portería puede
ser aprovechada a nuestro favor; cubrir a Arjen Robben es muy fácil: sólo hay que evitar que tome su perfil izquierdo, mientras el genio del Bayern München juegue con
su pierna derecha, será inofensivo. A Van Persie no hay que dejarlo respirar,
un milímetro que le des de ventaja y te vacuna…
Pero bueno, afortunadamente no soy yo el DT nacional, y se
que Miguel Herrera trabajará a conciencia para explotar las virtudes propias y
las carencias ajenas. Si a alguien le quedaban aún dudas sobre la capacidad
como estratega del “Piojo”, que revise
los cambios que hizo frente a Croacia. Supo mover sus piezas sin afectar con
ello el vertiginoso ritmo con el que los alguna vez llamados “ratones verdes”
(mote que, por cierto, bien valdría la pena enterrar para siempre, junto con
frases como el “sí se puede” o “jugamos como nunca y perdimos como siempre)
dominaban a los balcánicos.
Si hay algo que odio, es que para muchos aficionados la meta
sea el famoso “quinto partido”. Me parece algo mediocre pues, si vas a disputar
un campeonato (el que sea), la meta debe ser GANARLO, salir campeón. Pero,
retomando el párrafo inicial de este absurdo texto, nunca he visto a mi
selección jugarlo, y por eso deseo con más fervor que nunca verlos triunfar y acceder
una fase que –al menos para quienes son de mi edad y para abajo- nunca hemos
podido disfrutar.
No se que vaya a
ocurrir el próximo domingo, no se que le depare a nuestros futbolistas y cuerpo
técnico después de ello, lo único que tengo por seguro es que el domingo
gritaré, apoyaré, sufriré y disfrutaré como pocas veces un partido de fútbol,
pues a fin de cuentas serán 11 contra 11 y durante los 90 minutos que ruede la
pelota, todo puede pasar. Después de todo, llevo 4 años esperando este partido.
¡¡¡Vamos México!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario