Hoy en día, la mayoría de las banderas que se pueden ver en un estadio son las que portan los grupos de animación conocidos como "barras". En la foto, banderas de la barra "Libres y locos" de los Tigres.
Cuando yo era chico, ir al estadio representaba una experiencia única, emocionante. Era impensable no llevar accesorios que destacaran los colores por lo que uno sentía cariño: no faltaban la playera, la gorra y un elemento que en aquel entonces (los años noventa) era imperdonable que estuviera ausente: la bandera. Pintar un estadio con los colores de un equipo era materia relativamente sencilla: sólo había que vender banderas. Para los aficionados (y sobre todo los niños) el ondear tu bandera era un símbolo de que, aunque no se estuviera en la cancha, la batalla -deportiva- era algo de lo que formabas parte, te daba identidad y te hacía sentir una sensación especial de que no era sólo un partido, sino una lucha épica entre dos bandos de gladiadores modernos.
Nada para celebrar una victoria como TU bandera (destacando ese pronombre posesivo), sacándola por la ventana de tu carro en el camino a casa, viendo como el aire la mostraba orgullosa, altiva, ganadora. Y nada mejor también para representar el dolor de una derrota que llevar tu bandera en tus alicaídas manos, besando el cemento del camino entre tu butaca y el medio de transporte. La bandera era eso: un símbolo que representaba, que unía, que daba fuerza y cohesión a los aficionados. Además que era un espectáculo hermoso el ver un estadio lleno, con banderas ondeando cuando los equipos salían al campo, o metían gol.
Antes, al celebrar un gol, el estadio se pintaba de los colores del equipo, gracias a las numerosas banderas que los aficionados portaban con orgullo.
Los tiempos han cambiado; las barras bravas poco a poco coparon los espacios de las porras familiares, y con ello el índice de violencia aumentó considerablemente en nuestros estadios. Una de las consecuencias directas fue la prohibición de entrar a un partido con un palo de bandera, puesto que podría ser utilizada como arma. Esta medida prácticamente acabó con una bonita y pintoresca tradición familiar de nuestro fútbol; hoy en día son pocas las personas que portan orgullosos banderas de sus equipos, niños casi todos ellos.
Entiendo que los tiempos cambian y los gustos evolucionan, pero el ver hoy que las banderas están restringidas de manera casi total a las famosas "barras" me hace añorar los tiempos en los que el apoyo a tu equipo se daba a través de sus colores ondeando sin cesar en las tribunas. Quizá por eso me dediqué algún tiempo a coleccionar banderas de varios equipos, y por ello entre mis cosas aún conserve banderas del Necaxa, Pumas, Cruz Azul, Atlante y América; además de la decena de banderas que tengo de los Canarios de mi querido Atlético Morelia. Las banderas en los estadios son una tradición familiar, que le daban un sabor muy particular a nuestra liga y que, en pro del goce que las nuevas generaciones tengan al asistir a los estadios, se vuelva a poner "de moda". Por eso mismo estoy pensando en llevar mis viejas banderas el próximo domingo al Estadio Morelos.
Una tristeza que ya no se permitan las banderas en los estadios, el espectáculo del fútbol ha perdido mucho colorido por esta causa. ¿Y todo por que? Porque se importó una forma de ver el fútbol que no nos pertenece, que no tiene nada que ver con niestra idiosincracia ni nuestro temperamento y que sólo nos ha dejado violencia.
ResponderEliminarAgradezcamos a Fassi ya Jesús Martínez por el regalo.
Los himnos y los cantos originales han dejado su lugar al "Vámos, vámos(el equipo que sea)" y el "como no te voy a querer" que lo usan lo mismo pumas que rojinegros, que tigres y que diablos.
lo que se agradece de eso es que no interrumpen la vista al terreno de juego.
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